martes, 15 de mayo de 2012

Decepción.

Y es en el momento en el que mejor estás, el momento en el que parece que todo puede ir bien, en el que todo empieza a tener sentido y los problemas dejan de afectarte, es en ese momento cuando pasa algo que hace que todo lo que habías conseguido se desmorone. Que todo lo que habías avanzado lo retrocedas a pasos agigantados. Y es que cuánto más arriba estás, más dura es la caída hacia la realidad. Hacia la realidad en la que la gente te decepciona, te engaña y te hiere. Esa gente que tu considerabas amigos, esa gente a la que querías e incluso sigues queriendo, esa gente que te importaba y te importa, y que por supuesto tú pensabas que era recíproco... Pero te das cuenta de que no, de que todo lo que habías creído, de todo lo que habías supuesto o pensado, de que todo lo que te habían dicho, todo lo que te habían prometido, todo lo que te habían asegurado, te das cuenta de que todo, absolutamente todo lo que has pasado con esas personas es mentira. No ha servido para nada. Solo tú las has considerado alguien en tu vida. ¿Y al revés? Al revés nada, por su parte no hay nada. Y es que tan solo te demuestran lo falsas que eran sus palabras. Y es que son capaces de mentirte a la cara, de despreciarte mediante palabras, de tratarte como si fueras la última basura del universo. Son capaces de herirte a conciencia con cada palabra que dicen o que, en otros casos, no dicen. Y ahí estás tú, tan confusa como siempre, como nunca. Llorando, ¿y qué vas a hacer? No te esperabas que gente que considerabas tanto te fallasen de esa manera. Te decepcionasen así. Porque ni siquiera estás enfadada... Estás dolida, herida, decepcionada. Te has encontrado de bruces con la realidad de que preocuparte por ellos, de que quererles, de moverte infinitamente por hacerles felices, de callarte mil cosas, de callarte mil preocupaciones, mil problemas, mil dudas, de no mostrar dolor para no hacerles daño, de que intentar estar siempre ahí cuando te necesitan, de que las sonrisas que te causan verlos bien y las lágrimas cuando ellos están mal no han servido para nada. De que todo este tiempo has intentado hacer todo bien para que te devuelvan... ¿para que te devuelvan qué? Nada. Y así te quedas, con nada. Nada más que lágrimas, decepción y más lágrimas. Porque lo peor de todo es que ahora, aún después de todo, sigo siendo yo la que aún les quiere y les querrá, la que aún les echa de menos y lo seguirá haciendo.


'No sé que acabó sucediendo, solo sentí dentro dardos.'

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