Las experiencias vividas son las
que marcan nuestro presente y nuestras actitudes, y éstas encaminarán nuestro
futuro. Si tengo que hacer una evaluación general de mi pasado pocas
experiencias buenas me quedan en el recuerdo.
Quizás esta sea la razón por la
que mi presente se basa en sobrevivir cada día y rezar porque las horas pasen
rápido y sin problemas y quizá también así es que no veo mi futuro con luz.
¿Pesimista? He dejado de creer que lo soy para simplemente decir que soy
realista, realista en cuestión de mi vida que se identifica por esa ley de “si
algo puede salir mal, saldrá mal”. No es mi impresión, es la conclusión que he
sacado tras las diversas experiencias que han marcado mi pasado y que ha día de
hoy me hacen ser como soy.
Difícil, complicada, triste,
empática, perdida, rara, tímida, cerrada, ausente, sensible, débil, frágil,
dolida, contaminante, soy una persona que duele.
Y lo más duro de todo esto, de
sentirme así, de saber que soy así es saber que no es cuestión de querer, es
cuestión de poder y yo ya no puedo querer.