lunes, 24 de marzo de 2014

Las experiencias vividas son las que marcan nuestro presente y nuestras actitudes, y éstas encaminarán nuestro futuro. Si tengo que hacer una evaluación general de mi pasado pocas experiencias buenas me quedan en el recuerdo.

Quizás esta sea la razón por la que mi presente se basa en sobrevivir cada día y rezar porque las horas pasen rápido y sin problemas y quizá también así es que no veo mi futuro con luz. ¿Pesimista? He dejado de creer que lo soy para simplemente decir que soy realista, realista en cuestión de mi vida que se identifica por esa ley de “si algo puede salir mal, saldrá mal”. No es mi impresión, es la conclusión que he sacado tras las diversas experiencias que han marcado mi pasado y que ha día de hoy me hacen ser como soy.

Difícil, complicada, triste, empática, perdida, rara, tímida, cerrada, ausente, sensible, débil, frágil, dolida, contaminante, soy una persona que duele.


Y lo más duro de todo esto, de sentirme así, de saber que soy así es saber que no es cuestión de querer, es cuestión de poder y yo ya no puedo querer. 

viernes, 7 de marzo de 2014

Y allí se encontraba Ella, abriéndole su corazón y su mente a Él. Aún no tenía muy claro cómo, pero ahí estaba exponiendo sus miedos, dejando ver sus debilidades y guardando su máscara. Y es que nunca había sido capaz de explicarlo, de hablarlo, de pedir ayuda…  La razón era que tenía miedo.

Él quiso saber exactamente a qué tenía miedo.

A ser yo, le dijo ella. Y es que siento pánico cuando noto que no tengo el control sobre mí misma, a sentir el impulso automático de hacerme daño para encontrar la paz. Cuando mi cabeza me juega malas pasadas y a veces soy incapaz de controlar mis impulsos, digamos que soy mi peor enemigo.

Ella siguió explicando el hecho de que su vida es un dolor constante. Un dolor físico y mental. Le dolían las muñecas y las piernas de buscar tanto esa paz, le dolían los ojos de todas las lágrimas derramadas a lo largo de su vida, le dolía el pecho, el corazón de la presión que sentía al respirar, y sobretodo, le dolía vivir. Decía que creía que no era sano, ¿es vivir o sobrevivir?

Y ahí, en ese momento, fue cuando Él le preguntó: 

-          Si te diesen la oportunidad de morir y que tu recuerdo se borrase de la mente de toda la gente que te conoce y así no sufrirían, ¿aceptarías?

Sin dudarlo, casi sin dejarle terminar, respondió: sí.

Y se dio cuenta que su vida estaba pendiente de un hilo, quizás a punto de romper.