martes, 24 de diciembre de 2013

Feliz Navidad.

Acabo de encontrar la explicación a que últimamente me cueste respirar, el corazón me lata a mil y, por lo tanto, viva con una constante presión en el pecho. La razón es la de siempre, la que creía olvidada y superada, la que creía que no volvería a mi cabeza y no me ocasionaría más problemas… La razón es el odio hacia mi misma.

La palabra odio es horrible, fea, dolorosa, dañina… Y por eso creo que no hay palabra más perfecta para definir esto que siento cuando me miro al espejo y veo en lo que me he convertido, en lo que soy… por dentro y por fuera. Y es que lo peor de todo es que el "por dentro" es más difícil de cambiar que el "por fuera", no hay dietas que adelgacen ni mi egoísmo, ni mis miedos, ni mis inseguridades. No hay ejercicio que fortalezca mis virtudes y terminen por hacer desaparecer mis defectos. No hay nada que evite que acabe por querer desaparecer de la vida de todos y quedarme en soledad, para no doler y para que no me duelan. No existe remedios naturales, ni medicinas que erradiquen mi capacidad para obsesionarme con que todo el mundo estaría mejor sin mí, y que estoy fuera de lugar vaya donde vaya. No hay manera de que evite estos pensamientos puesto que al final siempre acaban volviendo a mí, a mi cabeza y terminan por matarme lentamente, como quien quiere ver sufrir a su peor enemigo. Y aquí soy yo el enemigo, y yo soy quien decide herir.

Y este ha sido el momento en el que me doy cuenta de que estoy peor de lo que pensaba o de lo que quería creer, el 25 de Diciembre a las 2:20 de la mañana. Aquí es cuando me doy cuenta de que tanto odio hacia mi misma ha terminado por explotarme en la cara y ha hecho que no sea capaz de aguantar despierta ni un solo minuto.

martes, 24 de septiembre de 2013

Me merezco un amor sin estrenar, o no.

Hacía tiempo que no te escribía, y siendo sincera, hacía tiempo que no pensaba en ti. No de esta manera. No echándote de menos, o al menos sintiendo que lo hago. A veces. O quizás son los momentos que pasaba contigo, o el cómo me sentía contigo. Quizás lo que eche de menos es que alguien me haga sentir como tú me hacías sentir, a veces.

¿Por qué así? ¿De repente? No. Hoy me han preguntado por ti, de nuevo. Suelen hacerlo, pero suelo evadir la respuesta, un “como siempre”, “bien”, “nada en especial”. Pero hoy… hoy pensé en qué saldría de mi boca si siguiese esa conversación. ¿Cuántas cosas me habré callado por miedo a lo que pudiese decir? Podría ser que la razón para no hablar de ti no sea que ya te hubiese olvidado, sino el miedo a no haberlo hecho. A oírme decir “le echo de menos”.

Pues bien, resulta que acabaron preguntándome si aún te quería. No lo pensé, ni un segundo tardé. Sí, respondí. Un ‘sí’ rotundo, confiado, serio. Un ‘sí’ verdadero. Pero no siempre es suficiente el querer a alguien, ¿o sí? Igualmente, nadie me preguntó ¿pero cómo le quieres? Cómo. De qué manera. En qué sentido. ¿Amigo? ¿Pareja? ¿Expareja (el término más adecuado sería ‘recuerdo’)? Pues en todos. Supongo. No lo sé. Exacto, no lo sé. Mi cabeza está hecha un lío, mi corazón no se decide y yo… Yo me merezco ser feliz. (No quiero decir que contigo lo fuese, pero ambos sabemos que nosotros, al final, solo sabemos hacernos daño.)

Hay gente que dice que, en el caso de que estuviese enamorada (qué palabra tan grande, llena de sentimiento… Vale, creo que debería poner ENAMORADA, así mejor. Si lo estuviese, sería de ti. Qué locura, ¿no? De ti, que estás a tantos kilómetros. Y qué irónico que es a mí ahora a la que le importan esas tonterías, por eso pienso que ya no es lo mismo. No estoy segura de aguantar, aunque quizás sea porque conozco mis celos. Malditos celos, maldito ni contigo ni sin ti, maldito cabezota que se dio cuenta tarde de lo que sentía… Tarde… ¿Qué ha pasado? Como suelen decir: lo único que pasa, el tiempo. Y con él se fue el sentimiento, el grande, el fuerte. El sentimiento, EL, con mayúscula, el que hacía que aguantase fuese lo que fuese y durase lo que durase. Pero ya no. Así que, aunque duela, puede decirse que te quiero. Te quiero, te quiero como recuerdo, quizás como amigo.

¿Una palabra para resumir todo esto? ¿Todo lo que vivimos? ¿Un adjetivo para calificar nuestra, por llamarlo de alguna forma, relación? Tóxica. Tóxica, dolorosa. No siempre, eso es cierto, pero sí muchas. Y ya no compensan los buenos momentos, quizás nunca compensaron pero… Pero. Nunca hubo una razón lógica, pero ahí seguíamos. Yo te hice daño. Tú me hiciste daño. No hay culpables. Ambos lo somos. No creo que se deba analizar quién sufrió más, quién lloró más, o quién acabó más loco de los dos. Quedarnos con lo bueno, eso es lo importante, esos son los recuerdos con los que debemos quedarnos.

Así pues, ¿qué me queda por decirte? Por si lo habías pensado, no. Esto no es una despedida, no es un adiós, ni siquiera un hasta luego. Esto es un “nos merecemos un amor sin estrenar”.

lunes, 29 de abril de 2013

Te quiero, R.

Hoy, 29 de abril del 2013, es tu cumpleaños. Cumples 20 años, y yo ya llevo tres a tu lado. Tres años que no cambiaría por nada. Tres años que han sido muy especiales por tenerte a mi lado. ¿Te acuerdas del primer día que quedamos? ¿De la carta que te di? Ese día ni si quiera me imaginaba que íbamos a llegar a tener una amistad como la que tenemos ahora. 



Son infinitos los momentos que hemos pasado. Las tardes, los días, los fines de semana enteros que hemos pasado juntas. Desde Malpica hasta Madrid. Desde Coruña hasta Santiago. Conciertos en la playa. Concierto de Dios Ke Te Crew Noches en el Sham, noches en Melide, fiesta del Queso... Y te quiero dar mil gracias por todos ellos. Ya no solo por haberme sacado mil sonrisas, sino por haber sido alguien tan cercano a mí. No me gusta sonreír en las fotos, pero a tu lado es imposible no hacerlo. 







Lo mejor de todo, y lo que más valoro de estos tres años a tu lado es que a pesar de todo seguimos juntas. Ambas sabemos que nos tenemos la una a la otra. Que nos vamos a preocupar por la felicidad de la otra. Porque podremos hablar más o menos a menudo, vernos más o menos frecuentemente, pero la complicidad está ahí. Porque sé que tú estás ahí. Porque sabes que yo estoy aquí. Y aunque sea tópico decirlo, pocas veces es tan de verdad como en nuestro caso. Porque hemos pasado por muchas cosas, pero siempre hemos sabido cómo hablarlo y cómo solucionarlo, y eso es lo que te hace más especial. Que tienes la capacidad de perdonar, y que llenas los vacíos de mi vida. Cualquiera daría lo que fuese por tenerte a su lado, tal y como yo te tengo. Y aunque muchas veces pienses que no te valoro lo suficiente, o que no me doy cuenta de todo lo que haces, quiero que sepas que para mí eres una de las pocas personas que realmente me importan, de las pocas por las que haría lo imposible para que estén bien. Porque tus sonrisas iluminan la vida de muchas personas. Porque eres especial, tienes algo, no sé explicar muy bien el qué, pero que te hace ser diferente a todo el mundo. Un algo que todos los que te tenemos como amiga sabemos lo que es. Y es que no solo te hace especial a ti, sino que a nosotros también nos haces sentir especial. Y sabes que gracias a ti he podido salir de muchas cosas, gracias a ti estoy bien, gracias a ti, a tu preocupación y dedicación. Y me harían falta más de 1.000 vidas para poder agradecerte y compensarte todo lo que has conseguido conmigo. 








Ambas hemos cambiado en estos tres años, pero espero que poder disfrutar muchos años más a tu lado. Infinitos. Porque quien diga que una red social no da verdaderos amigos es porque nunca ha tenido a alguien como tú a su lado. Porque no ha podido disfrutar de una amistad como esta, casi (o sin el casi) familiar. Porque escribimos nuestros nombres una noche cualquiera, y siguen escritos, al igual que nosotras seguimos siendo Judías & Vacíos




Diría que te quiero, pero a estas alturas dos palabras no pueden definir todo lo que significas para mí. Ni si quiera todo lo que llevo escrito puede demostrarte todo lo que eres para mí. Porque espero que te des cuenta de lo maravillosa, especial y genial que eres. Y que, aunque a veces me cueste demostrarlo, voy a estar a tu lado siempre, incluso cuando no quieras, para que sigas adelante. 


Gracias. Por poder felicitarte así  muchos más 29/4. 


jueves, 14 de marzo de 2013

Tres minutos en mi mente.


Voy a escribir con los ojos cerrados, creo que leer mis palabras me limita a la hora de expresarme. Me da vergüenza plasmar mis palabras en escritos, quizás ya no es vergüenza sólo, sino también es miedo. Miedo a lo que me pueda encontrar. Miedo a verlo desde otro punto de vista.

Y es que necesito vaciar mi cabeza, mi mente, esa mente que no deja sobrecargarme con preguntas, con insultos, con dudas… Evito parar a escucharme, a pensar, a saber qué es lo que se me pasa por la cabeza por miedo. Porque a quien más temo es a mí.

Estoy a veces vacía, fría, a veces solo siento dolor y desesperación. Angustia. Soledad. ¿Qué hacer cuando no existe ni un atisbo de felicidad en tu vida? Intentas ver el lado bueno de las cosas, intentas salir a la calle y sonreír, sonreír a los enemigos, a los malos momentos, a los amigos que se van… Pero no hay sonrisas verdaderas, de mí solo salen falsas sonrisas para evitar preocupación.

Tampoco os preocupéis, llevo viviendo así, con esta sensación demasiado tiempo como para no poder convivir con ella. A veces pienso que lo he superado, pero no sé que pasa que siempre acabo por retroceder.

La verdad es que esto lo escribo porque necesito sacar lo que tengo dentro antes de que acabe por destruirme. Del todo. Me he visto al borde del abismo demasiadas veces en este tiempo. Me he visto sobrepasada.

Y me veo sola. Y es una soledad que me asusta, porque sé que algo falla en mi, algo falla en mi forma de ser, y no sé si ser así es el efecto de todo lo que siento dentro o el sentirme sola hace que, en ocasiones no vea salidas.

Este texto, seguramente no tenga sentido. Tan solo son ideas sueltas que con los ojos cerrados se pasan por mi cabeza. Solo transcribo con lo que convivo a diario, cada noche, cada día, cada momento solitario. Todo ello y más, que a día de hoy aún no soy capaz de escribirlo aquí.

Pero si algo sé es que me odio. Es un odio cargado de rencor y reproche. Un odio que con el paso de los años no se va. Y me temo que no se va a ir.