lunes, 21 de mayo de 2012

Todo está bien.

Todo está bien, todo está bien hasta que nada está bien. Hasta que ves que tu mundo se ha desmoronado. Hasta que ves que todo lo que tenías lo has perdido, muchas de las personas con las que creías contar te han dado la espalda. Cuando incluso tú misma te das la espalda. Cuando no eres capaz de pensar en ti sin reproches, sin desprecio, cuando te miras en el espejo y tanto solo ves decepción. En ese momento deja de estar todo bien. En ese momento ya no sabes que hacer, ni que pensar, ni que sentir... si es que sientes algo aparte de desilusión. ¿Y qué es lo que haces? Sonreír, falsas sonrisas hacia fuera. ¿Para qué? Para disimular, para obviar lo evidente, para que nadie se de cuenta de lo que sientes por dentro, para no sentirte más débil. Sonríes para no tener que explicar por qué estás mal, para no tener que aguantar falsas palabras de comprensión, para no tener que aguantar un "estaré para todo" o un "siempre podrás contar conmigo" que en realidad significan "en cuanto me cuentes algo te voy a juzgar". Así que prefieres hacer como si nada, hacerte la fuerte y mantener una imagen que, desde luego, no es la que tienes en tu casa. Frente a la imagen de chica divertida, feliz, alegre y sin problemas que muestras en la calle aparece una chica débil, con los ojos eternamente llorosos, que a menudo se siente atacada, que se siente fuera de lugar, que no encaja. Se encuentra una chica que se ve sola ante todo, sí, cuenta con apoyos pero... ¿y? Al fin y al cabo todos se acaban yendo, todos tienen sus propios problemas, todos tienen en más cosas que pensar y no quieres ni molestar. Prefieres ser tú la que esté siempre ahí, la que intente sacar a todo el mundo adelante, prefieres ver una sonrisa en los demás que en ti misma. Pero esto, al final no te ayuda nada, vuelves a tu realidad y ves que todo sigue igual. O incluso peor. Los días pasan, crees que mejoras, crees que te recuperas, empiezas a pensar que ya todo vuelve a la normalidad y pasa algo. No tienes muy claro el qué, que hace que la estabilidad que habías alcanzado se desvanezca. Y ya no es que vuelvas al principio, sino que aún caes más bajo. La caída es más fuerte y el daño es aún mayor.

martes, 15 de mayo de 2012

Decepción.

Y es en el momento en el que mejor estás, el momento en el que parece que todo puede ir bien, en el que todo empieza a tener sentido y los problemas dejan de afectarte, es en ese momento cuando pasa algo que hace que todo lo que habías conseguido se desmorone. Que todo lo que habías avanzado lo retrocedas a pasos agigantados. Y es que cuánto más arriba estás, más dura es la caída hacia la realidad. Hacia la realidad en la que la gente te decepciona, te engaña y te hiere. Esa gente que tu considerabas amigos, esa gente a la que querías e incluso sigues queriendo, esa gente que te importaba y te importa, y que por supuesto tú pensabas que era recíproco... Pero te das cuenta de que no, de que todo lo que habías creído, de todo lo que habías supuesto o pensado, de que todo lo que te habían dicho, todo lo que te habían prometido, todo lo que te habían asegurado, te das cuenta de que todo, absolutamente todo lo que has pasado con esas personas es mentira. No ha servido para nada. Solo tú las has considerado alguien en tu vida. ¿Y al revés? Al revés nada, por su parte no hay nada. Y es que tan solo te demuestran lo falsas que eran sus palabras. Y es que son capaces de mentirte a la cara, de despreciarte mediante palabras, de tratarte como si fueras la última basura del universo. Son capaces de herirte a conciencia con cada palabra que dicen o que, en otros casos, no dicen. Y ahí estás tú, tan confusa como siempre, como nunca. Llorando, ¿y qué vas a hacer? No te esperabas que gente que considerabas tanto te fallasen de esa manera. Te decepcionasen así. Porque ni siquiera estás enfadada... Estás dolida, herida, decepcionada. Te has encontrado de bruces con la realidad de que preocuparte por ellos, de que quererles, de moverte infinitamente por hacerles felices, de callarte mil cosas, de callarte mil preocupaciones, mil problemas, mil dudas, de no mostrar dolor para no hacerles daño, de que intentar estar siempre ahí cuando te necesitan, de que las sonrisas que te causan verlos bien y las lágrimas cuando ellos están mal no han servido para nada. De que todo este tiempo has intentado hacer todo bien para que te devuelvan... ¿para que te devuelvan qué? Nada. Y así te quedas, con nada. Nada más que lágrimas, decepción y más lágrimas. Porque lo peor de todo es que ahora, aún después de todo, sigo siendo yo la que aún les quiere y les querrá, la que aún les echa de menos y lo seguirá haciendo.


'No sé que acabó sucediendo, solo sentí dentro dardos.'